jueves, 7 de marzo de 2013

Entre 2008 y 2013, durante los seis años de gobierno de Mauricio Macri, se han cerrado con éxito cinco paritarias docentes –las últimas cuatro en forma consecutiva- que permitieron iniciar las clases en la fecha prevista, el pasado miércoles 27 de febrero.


Por Esteban Bullrich (*)
Es curioso que un gobierno a quien sus opositores consideran que tiene sin cuidado a la escuela pública, haya alcanzado nuevamente un acuerdo con los gremios docentes de la Ciudad defendiendo, precisamente, a la escuela pública.
Pero sería un error considerar que por este hecho hemos tenido éxito. Sólo hemos alcanzado el umbral que nos permitirá avanzar hacia los objetivos reales.
Hay que volver a valorar la educación. El primer paso es que los maestros tengan un salario digno. Hemos acordado en la paritaria un aumento promedio del 26% en dos pagos. Pero para el caso particular del maestro inicial el salario mínimo llega al 31% o $4.100 para media jornada y $8.200 para jornada completa. Cabe mencionar que ambos aumentos son superiores a la inflación real.
Valorizar la educación es trabajar, además, para que más jóvenes sigan la carrera docente. Los jóvenes dejaron de elegir la carrera no sólo por el salario porque el salario docente nunca fue en nuestro país de primer nivel, comparado con otros trabajos. Lo que si había era un enorme prestigio, que se perdió. La recuperación de esta imagen está también en el centro de nuestras preocupaciones.
Tenemos que enfrentar otra realidad: la baja calidad de la actual educación argentina. No hay prueba internacional en la que no hayamos descendido en los últimos quince años. Nos resistimos a ver este deterioro porque repetimos puntual la vieja idea de Sarmiento: la demanda en educación es inversamente proporcional a su necesidad. Pareciera que no queremos aceptar lo obvio: hemos retrocedido. El primer paso que debemos dar en esta recuperación es realizar una correcta y profesional evaluación de nuestros docentes y de nuestros alumnos.
La educación no son sólo edificios, docentes y alumnos. El cuadro real es más amplio: lo integran también las familias y la comunidad en su conjunto. Educación no es sólo saber el nombre de la capital de los países y la regla de tres simple, tiene que ver con los valores que se viven o no se viven, en ese entorno integrado de la familia y la escuela.
La inseguridad y la drogadicción también tienen que ver –entre otras cosas- con la mala educación que les estamos dando a nuestros jóvenes. Si los dirigentes no tomamos la responsabilidad de cambiar este cuadro de inmediato, dejando de lado banderías políticas, estamos comprometiendo seriamente el destino de la Argentina.
Este debería ser el debate profundo y no sólo si empiezan o no las clases.
(*) Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.

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