lunes, 14 de abril de 2014

Campera Violeta

HUMBERTO BAS



(AW) Excelente relato del docente neuquino Humberto Bas.-

camperavioleta


5 de abril de 2013.-

Por Humberto Bas



Siempre odié que me dijeran paragua. Mejor dicho, a muy pocos le toleraba ese gentilicio. En un curepa tiene un aromita rancio a xenofobia… Si no, y no se si peor, aromita a tilingada.

¡¿Sos paraguasho…?! ¡¡¡Ay… decime algo en guaraní!!!

Mal me salta el morbo y me dan ganas de decir, ¿¡Querés que me ponga un taparrabos y te hable como un papagayo!? La elección de papagayo no es accidental: rima con paraguasho!?

Pero hay o había algo más en ese odio a que me llamen por el gentilicio… Está o estaba la dilución de lo específico de uno… ese laburo para “hacerse un nombre”, propio de los neuróticos con la autoestima frágil…

Tenía un concubino, huguito, que me llamaba paragua. En la boca de huguito era un halago, al punto que el paragua fue convirtiéndose en para y después en simplemente par… Che par, ¿preparo unos mates…? Éramos par con el huguito cuando trabajamos el telo D. P.; y luego par cuando enfrentamos la hiperinflación de Alfonsín-y-el-mar a base de yogures, postrecitos vencidos y salamines robados que nos traía Lucho, el tercer concubino. Lucho trabajaba en una distribuidora de lácteos… y era peruano y no tenía otro mote más que eso, peruano.

A esa edad ya no digeríamos los lácteos y en la casona vivíamos, literalmente, a los pedos… Y los míos, por obvias razones de flatulencias, no le gustaban a Walterio, el menduco, el cuarto concubino, el primero de todos en llamarme paragua.

Y esa mañana del 4… 4 de abril del 007, mi ahora ex me dejó temprano en la esquina del supermercado Makro (a ver si se ponen con unos chorizos por este chivito gratis, manga de explotadores)… En mi mochila equipo de mate y tres libros para alternar, según el ánimo, en las horas que iríamos a pasar en el corte de Arroyito.
Aun era oscuro y ya estaban algunas compañeras en la veredita de la ruta… Reposeras y sombrillas daban cuenta del axioma que la lucha era sacrificio pero no tenía por qué ser tan taxativa. Hasta podría ser el picnic de semana santa…
Todas mujeres, casi. Bajo el semáforo un solo varón. Uno de campera violeta…

carlosconcortavientovioleta

¿Qué haces para?, me saludó… Nos conocíamos de antes. Antes de antes, 10 a 15 años atrás cuando él militaba en el MAS con otros amigos en común; Daniel, Héctor y el Lechuga, y tenían de semidios a Alcides, no el bailantero, sino el de la UOCRA. De ahí que el de campera violeta también me conocía por Para… aunque sabía mi nombre. Nos encontramos después de mucho en los pasillos del CPEM 70. Él daba Química, yo Física. Siempre quedábamos en que “un día de estos” podríamos discutir algunas cuestiones pedagógicas, pero terminábamos charlando sobre los problemas políticos. Tenía la palabra “burócrata” fácil y era vehemente. Si no se andaba con ganas de discutir se le daba la razón y se seguía, de lo contrario con él la cosa siempre era para largo y los recreos no daban. Era así el de campera violeta…
Amparados por el encorvado árbol del semáforo (florecía colores parpadeantes) hicimos un par de evaluaciones de último momento… no estoy muy seguro, pero creo que volvió a pronunciar la palabra “burócratas” o solo en mi recuerdo queda la impresión de que él sólo sabía decir eso… Intercambiamos impresiones, informaciones sobre el trayecto, los lugares donde estaban apostados los milicos para detener las traffic o al menos amedrentar para entorpecer la llegada al lugar del corte. Pero nuestra inteligencia nos había indicado los caminos alternativos.

Subí a una combi y me fui… El de campera se quedó con las demás compañeras… esperando otra combi.
Llegamos al puentecito, cerca de la bifurcación entre al ruta 22 y la 237 y ya estaba la policía cortando el tránsito. Cualquier desprevenido, que no supiera que vivía en la capital nacional de la corrupción, hubiera pensado que estaban para “garantizar nuestra integridad”
Pero no… mejor no hablar de ciertas cosas…
Había un par de esbirros, pongámosle sicarios para no ofender, parlamentando con nuestros dirigentes… Recuerdo a Guagliardo, Grisón, Aguirre quizá (si otros más quieren aparecer, que se pongan)… Se negociaba una tregua o plazo de repliegue… algo que diera tiempo para reorganizarse… El sicario mayor nos emplazaba a que en 5 minutos despejáramos o si no…
En nuestra inocencia pensamos que eran bravuconadas… Llevábamos muchos cortes encima y siempre se armaban estas escaramuzas dialógicas.

5 minutos y reprimimos, repitió el mono con pertrecho… (Perdonen, monitos, no se me ocurre otra imagen)… y no se si la relatividad o el mono relojero, pero no pasó ni un minuto cuando una mano dejó caer un cartucho de gas lacrimógeno en el corrillo… y empezó la dispersión.
Nos replegamos como habíamos planteado, sin resistencia. Había una escuela cercana, y una estación de servicio como alternativas de refugio dado el caso de represión. A la hora de las escaramuzas la escuela no estaba y a nuestras espaldas, solo al estación de YPF y la larga ruta para regresar hacia Neuquén. Detrás de la estación, y entre la ruta 22 y el Limay el monte tupido y espinoso…
Algunas eligieron refugiarse en la estación de servicio. En otra prueba de inocencia pensaron que allí no irían a disparar…
Pero nooo, mejor no hablar de ciertas cosas…
Otros decidimos que la ruta era más segura y volvimos marchando… Los disparos iban por ramalazos… Los refugiados en la estación de YPF descubrieron lo provisorio de toda certeza cuando se está en las miras de los esbirros, y tuvieron que meterse entre los matorrales… Les quedaba eso o seguir hasta la orilla del río y atravesarlos… Los sabuesos armados seguían aullando detrás. Cualquiera parecido con Queimada era Queimada…

A los que veníamos por la ruta, se nos tiraba más desparramaditos… Pero lentamente los fugitivos se fueron integrando a la masa rutera y volvimos a reconstituirnos en una comunidad andariega y en repliegue.
Hacia Senillosa, con los sicarios de Soretobisch en nuestras espaldas… La marcha era lenta porque la ruta se había estrechado con las columnas de vehículos detenidos en la banquina, y por la columna de nuestros móviles que subían al asfalto… los demás a pie…
De repente… desde la retaguardia nuevamente gases… cartuchos describiendo trayectorias parabólicas. El mensaje era claro: no venimos a impedir un corte, venimos a dar un escarmiento… Y se dispersaba la columna, algunos subían a los autos para guarecerse de la lluvia ácida… otras/otros se escondían detrás, o corrían de nuevo hacia los matorrales. Y hacia los matorrales también se disparaba. Era una cacería… Después un receso y otra vez la andanada…

Sobre nuestros pescuezos la horda con la orden del infame para dar una lección… Sentíamos sus alientos, sus odios, su celoso cumplimiento a la orden del amo… Volvían los disparos, por elevación, hacia nuestro frente, hacia nuestros costados, para plantearnos la pregunta, ¿qué quieren?, ¿que nos detengamos, que nos concentremos, que nos dispersemos, o simplemente quieren reventarnos…? Y en esa tanda de disparos y quietud, literalmente sobre la marcha, se fue organizando el repliegue. Los autos con las puertas abiertas para subir cuando arreciaban los disparos. Luego, cuando amainaba, vuelta a caminar.

En otra de esas arremetidas feroces… alguien me gritó, Paragua, paragua, subite acá… Los cartuchos zumbaban sobre nuestras cabezas y la nebulosa de gas pimienta se expandía… No había tiempo para la quisquillosidad de mirar y decir, ¿¡a quién mierda llamás paragua!? El paragua, paragua subite era una orden y la acaté. Provenía desde el interior de un 147 blanco. El portón trasero abierto. Adentro una madeja entreverada de compañeros, unos 4… Conmigo 5… Zambullí entre las cabezas y piernas, y en el revoltijo apenas pude reconocer las pelusas rubias de la barba del compañero Lafón. Los demás eran partes de cuerpos entreverados en esa orgía improvisada, salvo la cabeza totémica del de campera violeta que seguía dirigiendo la retirada desde su atalaya ambulatoria, gritando al de una camioneta roja para que subiera a unas compañeras rezagadas, puteando con nombre y apellido a un abogado devenido dirigente político (seguramente dijo, y acertadamente, ¡Burócrata!), porque en su flamante auto de vidrios polarizados quedaba espacio. Y ahí, ateridos en ese pequeño receptáculo, mirábamos las parábolas blancas que seguían trazando los cartuchos de lacrimógenos, los viboreos al ras del suelo que se trenzaban entre las piernas de los que aun no lograban subir… y las balas de gomas que barrían la media altura… Todo era corrida desaforada y gritos. La ofensiva era por tierra, aire y cielo. ¡Qué  ningún juez, fiscal, o cualquiera de esos cerditos adobados con buen salario para que piense como un chancho (perdón porcinos, ando escaso de imágenes) me diga que Poblete fue un loquito que se salió del libreto…! No, Poblete fue el mejor actor de ese teatro del terror.  El Herr Direktor movía a sus personajes desde un celular, mientras el público de empresarios y soretes masivos aplaudían entusiasmados la escena (Tomá Acipan, tomá Cámara de Turismo…tomen todos los eunucos mentales de los de los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos de los otros…)

En la 147. Nuestro espacio era una trampa… Cualquier cartucho que cayera sobre la luneta implicaría un principio de asfixia… Apenas mermó la carga de la infame infantería, decidimos  continuar caminando, salvo él que se mantuvo en su puesto…
De repente otra arremetida. Diferente. Desde atrás, sobrepasándonos por un costado, una columna de camionetas y de sicarios se adelantó para meterse en el medio de nuestra columna cortándola en dos. Quedé en la atrás… Y los ataques siguieron hacia los que quedaron adelante… La confusión era tal que no se entendía la lógica de las bestias…Quizá nos aislaban para detenernos y llevarnos de botín de guerra para solaz de las buenas conciencias que pedían el escarmiento. Pero todo cesó de repente… la columna lateral detenida, el cordón que nos dividía en dos también. Hasta me pareció que empezaba una contraofensiva nuestra…
Algunos sicarios se refugiaban en las traffics mientras el cordón de avanzada resistía pasivamente la embestida de un grupo de maestras y maestros que gritaban, escupían y… Ví y festejé la bofetada de una maestra a uno de ellos… Pero al no ver la reacción empecé a sentir terror. Empezó a sonar la palabra maldita. Traspasé la línea de los sicarios y volví al frente, me sumé con otros al cordón de puteadas… sin entender aún lo que había pasado… Alguien gritó Asesinos, Asesinos, un grito desgarrador que todavía resuena… Y me volví para mirar… A cierta distancia, en el suelo, el de la campera violeta que hacia un rato me había llamado paragua…
¿Cómo mierda voy a decir ahora que no me gusta que me llamen así?

No hay comentarios:

Publicar un comentario