domingo, 4 de octubre de 2015

Trabajadoras.

Mujeres Trabajando/

Es un paisaje común, un día cualquiera. Como hoy que es lunes 8 de marzo, son un par de horas pasadas del mediodía. Con suerte algunas personas ya han concluido su turno de trabajo. Caminan apuradas, arrastrando los pies, agotadas de cansancio. Caras demacradas pero ansiosas por volver a casa a descansar tras una larga jornada laboral. Sin embargo en las trabajadoras, en casi todas ellas, se evidencia también preocupación y apuro, porque el trabajo del día no ha terminado aún, continua en casa. Nos esperan, con suerte (¡?!) platos sucios, sin no es que todavía tenemos que preparar la comida, revisar la tarea de nuestros hijos y un sinfín de quehaceres que nadie más que nosotras hace. Trabajo doméstico que no conoce de domingos ni feriados y por el cual nunca llega el sueldo a fin de mes ni nos dan vacaciones. Para nosotras es un día más, hoy lunes 8 de marzo. Día Internacional de la mujer trabajadora.

Y como trabajamos? La precarización laboral tiene sexoA partir de los años '80/'90 se produjo un importante crecimiento del trabajo femenino remunerado. Pero este aumento de la inserción de la mujer trabajadora, sea en espacios formales o informales del mercado de trabajo, fueron mayormente en las áreas donde predominan los empleos precarios e inestables. Además, esta expansión del trabajo femenino no tuvo un correlato coherente en la retribución del trabajo, donde todavía es notable la desigualdad salarial de las mujeres que contradice su creciente participación en la producción de riquezas.
También podemos ver que en el ámbito fabril, es muy notoria la división sexual del trabajo: el trabajo masculino se concentra la mayoría de las veces allí donde hay maquinarias más avanzadas y sofisticadas, mientras que el trabajo de las mujeres esta frecuentemente restringido a las áreas mas rutinarias, donde es mayor la necesidad de trabajo intensivo, es decir donde es más explotado el trabajo, y en general son tareas caracterizadas por ser manual y repetitivo.
En las citrícolas locales, según nos cuentan algunas trabajadoras, muchas mujeres se ocupan con la tarea de descarte, trabajo minucioso que no requiere de fuerza física.“Es un trabajo muy pesado, tenemos que seleccionar los limones de distintas calidades rápidamente a medida que viajan por las cintas”. También nos cuentan que durante la campaña 2009 llamaron menos personal, tomando sólo a los a que habían participado de varias cosechas previas, empeorando la situación de las mujeres.“Donde antes había 2 mujeres trabajando, trasladaban una a hacer trabajo de hombre, en el volcado o empaquetado pero sin reasignar la categoría salarial.” una forma manifiesta de la discriminación hacia la mujer, no? Actualmente el ingreso de las mujeres representa cerca del 50% del ingreso masculino, y el desempleo es mayor en el caso de las mujeres que en el de los hombres.
Además con un simple recorrido de los establecimientos industriales se nota la ausencia de personal femenino entre los trabajadores. Seria muy ingenuo pensar que esto es mera casualidad. Muchas empresas argumentan que las mujeres generan un mayor costo en la producción debido a la maternidad. A lo que le agregan que las mujeres se ausentan más del puesto de trabajo porque éstas asumen el cuidado de los hijos cuando enferman.
Ante esta evidente situación discriminatoria, se realizaron estudios para demostrar la falsedad de tales afirmaciones, donde se concluye que el salario por maternidad solo aumenta un 2% en el salario de las trabajadoras, ya que a lo largo de la vida laboral en general, no se presenta esta licencia mas de 3 veces. Y que no hay mayor ausentismo en las mujeres en comparación con los hombres, solo que en el caso de los varones en contadas excepciones estas se deben a responsabilidades familiares. Al respecto de esta situación una trabajadora de la citrícola san miguel nos comentaba: “nos dan permiso para volver a casa para cuidar de nuestros hijos, no nos hacen problema, pero eso si, solo nos pagan las horas que trabajamos, el resto nos descuentan”.
También es cierto que en general, el empresariado no reemplaza a las trabajadoras con licencia maternal. Y esta falta de reemplazo no tiene justificativo, ya que el pago de la licencia por maternidad no lo hace el empleador si no el Estado a través del sistema de seguridad social. Esto implica que mientras la trabajadora está en su período post natal no genera costo alguno al empleador, por lo que éste no tiene excusas para no contratar un reemplazo. Lo que hacen es reasignar la tarea de la trabajadora con licencia maternal al resto del equipo de trabajo, con el consiguiente malestar que esto genera, ya que no hay una recompensación económica por este trabajo extra. Esto sirve para descalificar a aquellas trabajadoras que eligen la maternidad, cuando en realidad este malestar no existiría si hubiera una clara difusión de que la maternidad no genera perjuicio ni a los empleadores ni a los compañeros de trabajo y que además es una función social imprescindible para garantizar la reproducción social. Por otro lado, los empleadores tampoco asumen su obligación legal de proveer servicios tales como guarderías, salas cuna, etc, dejando que la trabajadora asuma por sí misma este costo.
Todo esto ocurre porque el capital, porque además de reducir al límite el salario femenino para maximizar ganancias, también necesita del tiempo de trabajo de las mujeres en la esfera reproductiva, generando las condiciones indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo de nuestros maridos, hijos y la nuestra propia. Es decir que el capital necesita que las mujeres nos ocupemos del cuidado de actuales trabajadores y de los que lo serán a futuro, para garantizar tener siempre disponible trabajadores para explotar.

Doblemente explotadas/El Trabajo y familia
En los últimos 30 años, las mujeres pusimos toda nuestra energía en insertarnos en el mundo público pero olvidamos renegociar los espacios privados. Por eso hoy nos encontramos entrampadas entre las exigencias de uno y otro ámbito. Con jornadas laborales por demás extensas que incluyen la doble jornada, con reclamos de horas extras de trabajo y reclamos de nuestros hijos e hijas a las que muchas veces se suman responsabilidades para con los padres en situación de enfermedad. Todo esto debido a que la gran inserción de las mujeres en el ámbito laboral, no ha sido acompañado de una inserción de los hombres en el ámbito doméstico. Por eso el malestar y el cansancio abundan. Quien nos oponemos a esto, muchas veces somos acusadas de destruir la institución familiar. Por eso es necesario redefinir esta situación y debemos tener presente que las obligaciones que poseemos las mujeres en el ámbito doméstico que permite a los hombres gozar de la máxima disponibilidad laboral no son una elección y eso se basa en la confianza de que siempre habrá mujeres en posición de subordinación social y familiar. Por eso, de lo que se trata entonces es de comprometer a los varones a que asuman las tareas domesticas como una responsabilidad, y no a modo de colaboración, si no como una obligación.
En esta redistribución de tareas, tampoco podemos dejar afuera al Estado, que a la vez de asumir la igualdad entre hombres y mujeres, debe hacerlo efectivo, brindando a las parejas la posibilidad real de poder acceder y sostener una trayectoria laboral, para lo cual se debe contar con la infraestructura necesaria, sea esta en forma de guarderías, salas maternales, un sistema educativo de calidad, cobertura necesaria, cuidado para adultos mayores en situación de enfermedad.
Y juntos, mujeres y varones luchar contra las condiciones de opresión que nos esclavizan.